jueves, 30 de julio de 2009

Insomnio


Un golpe seco interrumpe su profundo sueño. ¿Qué hora será?, se pregunta. Mamá acaba de llegar, deben ser las tres de la tarde.
Ayer no pudo domir. Padecía un extraño insomnio producido por su descontrol emocional. Se ponía demasiado nerviosa por las noches, tomaba pastillas, infusiones,... pero nunca lograba conciliar el sueño hasta altas horas de la mañana.
Decide levantarse, parece que no ha sido una de sus peores noches. Se mira al espejo, tiene mala cara, a menudo la tiene. Se dirige a la cocina con la intención de comer algo, sin embargo sabe que debe privarse de aquellos manjares que tanto le gustan, hoy debería beber agua, nada más.
El olor de su plato favorito no puede pasarlo por alto, esta ahí, en la mesa, y hoy tiene un olor aún mejor, eso sin contar con su apetitosa cara, pero sabe que no puede ser. Se dirige al salón y se tumba en el sofá. Agarra con la mano derecha aquella revista que ha leido cientos de veces, pasa las hojas rápido, con decisión, apenas se fija en ninguna página, pero pronto se detiene en una. Se queda mirando la página pero es obvio que está pensando en otra cosa. Mira el télefono que tiene detrás. ¿Qué estará haciendo ahora?, ¿Qué pasaría si le llamase?,... Piensa varias veces qué hacer mientras sostiene el teléfono con la mano derecha y guarda la revista sobre sus piernas por si acaso se arrepiente de haberla dejado apartada. Podría arrepentirse de aquello que hizo, de las mentiras que cuenta diariamente, de intentar hacer daño a los demás, pero no lo podía hacer, en el fondo le gustaba, le hacía sentir mejor, le subía el autoestima.
Solía sentirse inferior, pero buscaba modos para no hacerlo. Los amigos le duraban poco porque siempre intentaba estar por encima de ellos en todos los sentidos. En su agenda solo le faltaba dividir a la gente por utilidad para ella, ya que, necesitaba a la gente en función de aquello que le pudiesen aportar en cada momento del día. Era egoista, más de lo normal, pero a ella le encantaba serlo. Se enriquecía moralmente siéndolo.
Decide llamar pero comunica. Se queda chafada, quería decirle eso que había estado pensando toda la noche. Lo había pensado y analizado miles de veces, esta vez el plan no podía fallar, era prácticamente perfecto, infalible. Sabía que estaba enfrentándose a una persona más débil, era consciente de la facilidad que tendría para quitarla de en medio, sin embargo había algo con lo que no podía combatir.

Se dice que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo. Su ribal era una persona noble, sincera, buena persona, a la que tenía una envidia insoportable. Era inteligente, gracias a ello podía llevar una vida social más o menos equilibrada. Valoraba a sus amigos por encima de todo y estaba ahi siempre que la necesitaban. Muchas veces se venía abajo por culpa de ella, porque descubría que intentaba hacerle daño, sin embargo no lo quería ver porque sentía un gran afecto y admiración por esta persona. Finalmente, la mentira salió a la luz, y la sinceridad fue lo que tuvo más valor.

Añoraba ser esa persona a la cual había intentado hundir. Imitaba todos sus movimientos, aficiones, y al mismo tiempo las criticaba porque no podía hacerlo mejor que ella. Estaba en una constante lucha interna por ser aquello que no conseguía.

Fingía ignorarla, pero no dejaba de espiarla, siempre inventando algún plan para lograr arrebatarle todo.

Se levanta del sofá, corre a su habitación y abre el armario. ''Se que con este vestido estaré espectacular''. Se arregla y añade unas gotas de ese perfume tan caro que la hace sentir elegante. Intenta ir provocativa pero manteniendo siempre una elegancia innata que cree tener. Después de abrocharse esos zapatos nuevos que estaba deseando estrenar, abre la puerta de la calle, se coloca las gafas de sol y comienza a andar. Mueve las caderas paso a paso, intenta andar con aires de superioridad, quiere que la gente la considere alguien por encima del resto, inalcanzable, pero no se da cuenta de que pasa completamente desapercibida, y que lo único que consigue es adquirir un caracter rídiculo del que la gran mayoría se rie.

Regresa a casa, agotada, sin fuerzas. Sabe que todo el conflicto mental que ha tenido durante el día no ha servido de nada. Tiene la moral baja, siente que ha hecho el ridículo, que no tiene amigos, y que esa persona a la que tanto odia es demasiado feliz como para interesarse por sus problemas y su vida aparentemente genial.
Se toma dos pastillas y a continuación prepara una tila. Agarra el vaso suavemente. Se encuentra mal. Quita toda la ropa que tenía en la cama y la coloca sobre la silla que tiene en frente. Quita el edredón y se mete dentro de la cama.
Otra vez ese insomnio que no la dejaba descansar. Volvía a pensar en todo sin encontrar una solución lógica, pero se sentía mal. Lo que más le dolía era sentirse por debajo del resto. Sus planes estaban fallando y no se lo podía explicar.

Tras horas y horas de reflexión, se queda dormida.

Tiene muchos miedos



No sabía si tenía motivos o no para desconfiar pero lo hacía. No le gustaba llamarlo desconfianza sino más bien duda o tal vez incomprensión. Era sencillo aunque parezca un estúpido juego de palabras, falta de confianza sería lo más correcto, no en él, sino en ella.

Acciones cotidianas, frases hechas que utilizamos en cualquier conversación, todo podía significar algo, y pasar sin pararse a pensar en ello la hacían sentir estúpida. Necesitaba buscar respuesta más allá de las cosas en si mismas, necesitaba un punto de vista subjetivo extremadamente objetivo, quería saber la verdad y que los demás le demostrasen que aquello que ella creía saber era cierto.

Cuando estaba mal no podía callarse las cosas durante mucho tiempo. Era débil en ese sentido, tenía que desahogarse con alguien que mostrase algo de interés, era algo que siempre le hacía sentir mejor. Puede que este sea uno de sus grandes y numerosos defectos, la confianza en personas que aparentan una cosa y resultan ser otra muy distinta.

No confiaba en ella, puede que muchas experiencias a lo largo de su vida le hayan hecho ser como es ahora, pero no ha cerrado la puerta al cambio.

Espera algo pero no sabe qué. Sueña cosas en su opinión utópicas pero muestra al mundo algo muy diferente. Muentra a los demás una serie de metas que dice que logrará, aunque ella no está tan segura de eso.

Tiene muchos miedos, y uno es el de perder al que ella considera el amor de su vida. Considera a esa persona alguien especial, y en el fondo piensa que están predestinados pero él lo tiene que descubrir todavía.
Afortunada o desafortunadamente, él parece que está empezando a caminar en un sentido opuesto al que ella sigue, mientras él está abriendo nuevos horizontes, ella se queda sometida al mismo porque no puede avanzar por el momento. Sabe que tiene que ser fuerte y afrontar que la persona a la que considera su media naranja, en realidad no lo es. Tiene que empezar a verlo antes de que sea demasiado tarde y tenga que asimilar que él ya tiene su vida junto a otra persona, que obviamente, no será ella.

La carrera


Al igual que nunca podríamos crear algo exactamente igual a aquello que tenemos en nuestra imaginación, nuestros pensamientos nunca los podemos expresar tal y como los sentimos. Es dificil transmitirle a alguien todo lo que lleva uno dentro.

Cuando algo nos hace daño y tratamos de explicarle a alguien entre sollozos que nos preocupa, que nos duele, que es aquello que nos hace tanto daño, esperamos que nos entienda pero nunca podrá saber en su totalidad de que se trata.

Una persona en el lugar menos indicado provocó una reacción inexplicable, a continuación lágrimas sin control, sollozos y gritos, una gran carrera,...
Por más que intentaba explicarse, notaba que era incapaz de expresar todo lo que sentía. Las palabras se quedaban cortas, los argumentos eran simples y poco concisos, sabía que estaba perdiendo y que no quedaba otra escapatoría. Una mirada fija y profunda junto a su valentía para decir la verdad fueron suficientes para sincerarse como ya había hecho otras veces. Al fin y al cabo, no hay nada mejor que contar la verdad a una persona que se quiere, aunque a veces esa verdad no se comprenda. Soltó todo lo que quería de golpe, rápidamente, aunque las lágrimas no le permitían hablar con la facilidad que le hubiera gustado. Al final, percibió cierto entendimiento, y una comprensión sin igual, sin embargo, había vuelto a comprobar lo que ya sabía, eso que no quería saber.

jueves, 16 de julio de 2009

Como aquella canción de los años 80


Cierras los ojos pensando en cómo serán las cosas cuando tu no estés. Miras a tu alrededor con lágrimas en los ojos y después le miras a él. Esta ahi, a escasos centimetros de ti, sin embargo distraido. Tan distraido que no te hace el caso que requieres.

De repente, las lágrimas no pueden seguir retenidas y todos tus sentimientos se empiezan a derramar por los ojos. Esperas tontamente un beso aunque cualquier otra muestra de cariño también vale. En esos momentos las muestras de afecto son más sinceras que nunca si se hacen de verdad.

Ves tu vida sin sentido. Solo esa persona da sentido a tu vida. Pasas la noche sin pegar ojo, dando mil vueltas a las cosas y viendo la realidad subdividida en miles de partes, todas ellas diferentes pero en el fondo iguales.
Al día siguiente estará lejos, estareis separados por miles de kilómetros pero tu le podrás ver en cada una de las cosas que consigan llamar tu atención. Pensarás en sus reacciones a través de tu mente, a través de lo vivido a través de tus sentidos,...

Al principio se hace duro aunque no quieras, pero enseguida puedes acostumbrarte a una vida diferente y en parte necesaria.
Ves todos los caminos cerrados. Esas miradas que antes valían han perdido todo su valor, esos gestos que importaban son insignificantes, la ilusión se ha esfumado,...





Suena una animada canción de los ochenta de fondo, estás rodeada por una gran multitud que se mueve sin parar, solo vez luces de colores y gente bailando. Un chico se acerca, se posiciona a tu derecha y te invita a bailar. Tu, sin pensarlo dos veces te vas con él. Os mirais y enseguida sois conscientes de la complicidad que teneis. Tres palabras agradables que provocan una sonrisa especial, nada más, solo eso. Solo eso hace falta para devolver la ilusión a alguien que la había perdido.



El principio de un final misterioso. Miradas, palabras, gestos, caricias, ... pequeños detalles que consiguen marcar una clara diferencia en lo que respecta a los sentimientos.
¿Amor?. No lo creo, más bien atracción, pero una atracción que despertaba un especial interés, que podía incluso llegar a ser obsesiva en según que situaciones,... Quizás solo la intuición podría acertar en lo que era todo esto. Una relación guiada por el instinto, por impulsos, pero en ningún momento racional. La clave era dejarse llevar sin plantearse nada al respecto.